viernes, 26 de abril de 2013
El Alma Después De La Muerte
Es una característica muy humana el que siempre echemos la culpa a los demás cuando algo nos falla o cuando nos sorprende la mala suerte. Pero si nos ponemos la medida a nosotros mismos, a nuestro comportamiento, nuestras palabras, sentimientos, pensamientos, actos, ansias y deseos, comprobaremos que no somos tan nobles como nos hemos auto-valorado. Como muy raramente nos observamos y controlamos a nosotros mismos, también nos engañamos. En muchos casos ni siquiera nos damos cuenta de ello, porque vivimos de manera superficial, de modo que no nos es consciente la diferencia entre lo que decimos y hacemos y nuestros sentimientos, sensaciones y pensamientos.
La mayoría de las personas no están solamente divididas en conciencia despierta y subconsciente, sino que están divididas de forma múltiple, porque el mundo de sus sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos es contradictorio la mayoría de las veces. Por añadidura están también los múltiples deseos y pasiones que se manifiestan a través del mundo de sentimientos, sensaciones y pensamientos. Estos ámbitos se tapan frecuentemente con palabras, o ni siquiera se los considera, porque la persona tampoco se observa a sí misma. En conclusión: no nos conocemos.
Después de nuestra muerte física, nuestra alma se traslada a ámbitos aparentemente desconocidos, pero que ya se habían manifestado una y otra vez, cuando fuimos hombres, en nuestro mundo de sentimientos, sensaciones y pensamientos. Como no nos hemos controlado siendo hombres ni analizado nuestros sentimientos, sensaciones y pensamientos, nuestra alma será una extraña en otro país que, al fin y al cabo, nos hemos creado nosotros mismos siendo hombres mediante nuestra manera de sentir y pensar. Cuando siendo hombres no controlamos nuestros sentimientos, sensaciones y pensamientos, significa que vivimos de manera inconsciente y no nos conocemos a nosotros mismos. Como alma tampoco sabremos quiénes somos verdaderamente.
El alma desencarnada está envuelta en la misma aura que envolvía anteriormente al hombre. El aura del alma, el plasma, se compone de varias capas que muestran las causas y reflejan lo positivo y lo negativo, el a favor y en contra. Estas capas las denomino también la vestimenta del aura, porque envuelven el cuerpo del alma.
Las obras del hombre constituyen el mundo de su ego, la ley de su propio yo, o sea, su destino. Todas las obras producidas en sus sentimientos, sensaciones y pensamientos y también en sus palabras y actos, sus deseos y pasiones, se van registrando en imágenes. Hasta la más mínima falta contra la ley de la vida está registrada. Si el hombre por ejemplo ha matado a propósito a animales, o ha arrancado plantas o arbustos a propósito estando en su savia, no solamente estará registrado este hecho, sino también lo que ha conducido a este acto, es decir los sentimientos, sensaciones y pensamientos que le habían inducido a ello. Lo mismo sucede con las causas que le han inducido a beber alcohol para embriagarse; y también estarán registrado todos los sentimientos, sensaciones y pensamientos, las causas que están adheridas alrededor de esta raíz del mal.
Después de la muerte física el alma sigue viviendo en estas imágenes que se le van haciendo conscientes paulatinamente; para el alma que no ha despertado son realidad. Si el hombre no ha dominado su vida en la escuela de la vida, el alma, después de despojarse de la envoltura humana, vivirá al principio en las imágenes que han sido las últimas impresiones durante su vida terrenal. Entonces seguirá viviendo en este mundo virtual según las estructuras de sus imágenes, también entre los hombres. Cuando el hombre muere, el alma atada a la Tierra sigue percibiendo todo lo que sucede en el ámbito anterior en el que se movía siendo hombre; pues ella vive en lo producido, las imágenes que se ha creado a sí misma y que le reflejan todo lo que ha sido y todavía es.
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